Con el auge de internet y el crecimiento de las redes sociales el mundo de la música ha vivido una revolución a una velocidad de vértigo. Es en el corazón de esta donde, de manera silenciosa, los datos convergen con la música, haciendo que ahora cada reproducción, cada canción guardada o cada canción saltada ayuden a crear una nueva industria de cero basada en números.
Desde que las analíticas se han vuelto claves para estudiar el comportamiento de los usuarios y proporcionarles nuevas formas y elementos de consumo -desde los videoclips hasta los podcasts, pasando por piezas de contenido más cortas o simples como los carruseles-, plataformas como Spotify, Apple Music o YouTube generan miles de millones de datos cada día. Analizando bien cada métrica obtenida, tanto las plataformas como las empresas -desde mánagers hasta discográficas o festivales- pueden estudiar mejor su audiencia, llevar a cabo estrategias personalizadas y campañas segmentadas y maximizar su alcance.
Atendiendo a la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI en inglés) sabemos que más del 60% de los descubrimientos musicales en 2024 fueron a través de algoritmos y recomendaciones impulsadas por la inteligencia artificial basadas en la actividad del usuario; esto muestra que se están dejando de lado los medios tradicionales como la prensa, la radio, y hasta la propia motivación del melómano a la hora de descubrir música de manera individual.
Nombres como Lola Young o Lil Nas X y sus respectivos hits “Messy” o “Old Town Road” son claros ejemplos de cómo el análisis de los datos musicales puede desembocar en casos de éxito. Redes sociales como Tik Tok o YouTube Shorts logran identificar canciones en el momento exacto y encontrar el nicho perfecto que con el tiempo acaba desembocando en un público global, posicionando a artistas como cabezas de cartel en festivales como Coachella o batiendo el récord de semanas consecutivas en listas de éxitos.
Al analizar los datos en la música uno puede llegar a la conclusión de que el sentimiento ha pasado a un segundo plano, poniendo más en valor la capacidad de proyección y optimización. Sin embargo, lejos de etiquetar este fenómeno como algo deshumanizador, todo este big data en la música permite a los artistas y bandas encontrar un público que tal vez de forma orgánica no habría llegado nunca.